El Mundo En Tiempos De IA
¿Qué será del trabajo, la riqueza y la política en la era de la IA?
El Trabajo y La Riqueza en Tiempos de IA
Cada vez que veo un nuevo avance en el campo de la Inteligencia Artificial (IA) me surgen muchas preguntas, por ejemplo, suponiendo que la IA pudiera llegar a reemplazar a las personas en todos los trabajos, tanto calificados como no calificados, entonces, ¿cómo se va a distribuir la riqueza en una sociedad globalizada en la que el trabajo humano ya no sea necesario? o bien, ¿a qué se dedicarían las personas —sin riqueza— en una sociedad en la que los trabajos los ocupen robots?
Robots con IA de la empresa figure. Fuente: https://www.figure.ai/
Actualmente, en la mayor parte del mundo la riqueza se distribuye desde los que la tienen quienes no la tienen, principalmente, a través del trabajo.
En otras palabras, en el estado actual de las cosas, los dueños de la riqueza a través de administradores (fondos de inversión y bancos) prestan su dinero a entidades con iniciativas productivas (empresas) que toman ese dinero para comprar (o arrendar) tierras, máquinas y/o infraestructura con las cuales una planta de empleados —que incluye desde el CEO hasta el que cuida la entrada de las instalaciones— lleva a cabo los objetivos de producción de bienes y/o servicios de la empresa.
Por medio de ese sistema de producción, cuyos incentivos principales son las ganancias económicas para todas las partes involucradas, es como la economía capitalista logra que haya un efecto distributivo de la riqueza desde los poseedores del capital hacia las capas de la sociedad que no poseen capital (o que solo poseen “capital humano”), es decir, los trabajadores.
Pues, son los trabajadores los que, de hecho —aplicando sus conocimientos, habilidades y demás herramientas personales— utilizan los medios de producción al servicio de la empresa para poder llevar a cabo la actividad productiva.
En pocas palabras, los trabajadores reciben su tajada porque sin ellos no sería posible crear más riqueza.
Ahora bien, dada una nueva realidad en la que esa cadena de generación de riqueza se vea dislocada por la aparición de Inteligencias Artificiales capaces de reemplazar a todos los trabajadores que hoy existen, surgen muchas preguntas:
¿Cómo se va a repartir la riqueza en un escenario de ausencia de trabajo (humano)?
¿Deberá el sistema económico actual transformarse para adaptarse a una nueva era tecnológica?
¿Acaso nos espera una era de pobreza generalizada y desigualdad extrema?
¿Puede una sociedad así resistir tal estado de las cosas?
¿Surgirán nuevas formas de opresión para que los dueños del capital puedan mantener su estatus?
¿Acaso los dueños del capital dejarán a las demás personas a su suerte en la medida que reemplazarlos genera mayores ganancias?
¿Será que la IA tomará, en un momento dado, un rol de dominio incluso sobre sus dueños desbancando a la especie humana como gobernadora del mundo (sería ese un escenario bueno o malo)?
Esas y muchas preguntas más…
Puedo garantizar que a este punto más de uno de mis lectores ya estará rabioso conmigo por siquiera considerar la posibilidad de un reemplazo total de los trabajos. Pero puedo decirte que yo también lo estaría si todo el día, todos los días, en las redes sociales y las noticias me estuvieran repitiendo sobre las bondades de la IA, lo bonito que me veo en formato Ghibli, que vamos a detectar enfermedades más rápido, que vamos a poder ser más productivos, que tendremos el conocimiento del universo al alcance de la mano —que lo único malo es que los jóvenes no quieren estudiar y usan la IA para escribir sus ensayos— y que luego venga un aparecido a decirme que no, que hay tener cuidado porque la IA podría también ser catastrófica.
Sin embargo, aunque todo lo anterior sea verdad —salvo la parte sobre lo malo— el error y el peligro está en lo que NO te dicen, sea por ignorancia o con intención, sobre los retos enormes que plantea una IA continuamente avanzando sin ningún marco regulatorio ni en su diseño, ni en su entrenamiento, ni en su testeo, ni en su implementación, que además, es tratada muchas veces (por ignorancia) como “palabra de Dios”, cuyo impulso y regulación está en manos de unos políticos ignorantes no solo de IA sino de todo (aplica para toda hispanoamérica); que en su vida se han leído un libro (o si acaso uno) y que en su mayoría no tienen ni idea de tecnología.
Para comprender mejor la situación, pensemos por un momento en un escenario hipotético en el que a mediano plazo las IAs y las máquinas inteligentes (IAs con cuerpos físicos) sean capaces de reemplazar a los seres humanos en todas las actividades productivas y artísticas, asumiendo además, que no se han de rebelar contra sus dueños.
Bill Gates en el "Show de Jimmy Fallon" en Febrero de 2025: -¿Necesitaremos a los humanos? Tomado de: Youtube. Subtítulos en español disponibles.
Al imaginarme tal escenario, me surgen dos preguntas:
¿Sería viable una sociedad en la que los trabajos no sean ocupados por personas?
¿A qué se dedicaría una persona con derechos (que requiere de un salario) en un escenario en el que los puestos de trabajo los puedan ocupar robots sin derechos y sin pago?
Un Referente Histórico
Al intentar responder a esas últimas dos preguntas, me cuestioné sobre la posibilidad de que la humanidad ya haya vivido un escenario lo suficientemente parecido como para servir de referente y pista. Después de meditarlo largamente mi conclusión es que, de hecho, sí. En la Antigua Roma, más específicamente, durante el período de la República Tardía (siglos II-I A.C.).
La razón es que a pesar de que la Roma de esa época no era capitalista1, de que era muy diferente en muchos aspectos (sociales, políticos y religiosos) a las sociedades de hoy y de que definitivamente no tenía inteligencia artificial; su estructura socio-económica sí es útil para hacer un análisis prospectivo sobre el funcionamiento de una sociedad moderna hipotética (pero posible) en la que las IAs estén en la capacidad de reemplazar a la clase trabajadora.
¿Cómo es esto? Pues bien, la sociedad romana era esclavista, es decir, los grandes terratenientes poseían cantidades de esclavos que trabajaban en sus haciendas sin necesidad de ningún pago, al mismo tiempo que, otros ciudadanos menos adinerados, también tenían uno que otro esclavo para tareas domésticas o apoyo en sus actividades diarias. Además, Roma contaba con una élite educada, un sistema jurídico sólido, un sistema político relativamente estable y un sistema económico basado principalmente en la producción esclava y el comercio internacional —algo así como el EE.UU de principios de siglo XIX (¡sic!)2—.
Para ahondar en la justificación del referente, voy a describir a grandes rasgos las características de la sociedad romana en la época en cuestión.
Esta era una sociedad detalladamente jerarquizada, es decir, había una segmentación legal clara de clases en la que cada una tenía más privilegios que la otra en la pirámide social.
En Roma, podían convivir ciudadanos y no ciudadanos. Los ciudadanos hombres, en la cúspide de la pirámide, eran las únicas personas con derechos políticos (elegir y ser elegidos a cargos públicos)3.
Debajo de los ciudadanos estaban los hombres libres, es decir, extranjeros no esclavos; detrás de ellos, venían los libertos, ex-esclavos que habían comprado su libertad o que habían sido emancipados por sus amos voluntariamente y por último, estaban los esclavos, sin ningún tipo de derechos y tratados como propiedades.
Para aterrizar el ejemplo a la actualidad, en mi comparación los dueños del capital serían el equivalente a los patricios; los trabajadores serían los plebeyos; los inmigrantes serían los hombres libres o libertos y por último, las inteligencias artificiales —dotadas o no de estructuras físicas— serían el equivalente a los esclavos, es decir, la mano de obra productiva, sin derechos, sin pago, con un costo mínimo suficiente para mantenerlos vivos y produciendo.
Hay que tener en cuenta, por supuesto, que al estar tomando como referencia una época en la que no existía noción de los derechos humanos, es razonable pensar que los robots humanoides del mañana (o del hoy) serían tratados de forma parecida a los esclavos de aquella época.
Creo que ya puedes ir viendo hacia donde voy con todo este preámbulo. Lo uso como una herramienta analítica que nos brinda una luz para responder la pregunta “¿sería viable una sociedad en la que los trabajos no sean ocupados por personas?”. A lo que mi respuesta es, como ya hemos visto, que sí. No porque crea que los esclavos de aquella época no fueran personas, sino porque —al igual que lo serían los robots de hoy— no eran tratados como tal. Eran considerados propiedades al servicio del dueño.
En cuanto a la segunda pregunta de, ¿a qué se dedicaría una persona con derechos en un escenario en el que los puestos de trabajo los puedan ocupar robots sin derechos y sin pago? La respuesta sencilla (y un tanto obvia) es que, se dedicarían a aquellos trabajos que la IA no haga. Pero como voy a plantear más adelante, no precisamente porque la IA no pueda.
Para esto, volvemos una vez más a nuestro referente histórico.
Resulta que, en Roma, donde los esclavos estaban a la orden del día, los varones libres4 sí tenían labores que hacer. Los no ciudadanos se dedicaban al comercio y al deporte, mientras que los ciudadanos podían también seguir la función pública (incluyendo cargos religiosos), el derecho, la carrera política y la carrera militar.
Más aún, había un conjunto de disciplinas llamado “artes liberales” (literalmente, artes/oficios de los libres) que se refería a todo lo que un buen ciudadano romano debía dedicarse, es decir, a todas aquellas actividades cuyo objetivo era volverlos más cultos, virtuosos5 y mejor preparados para el ejercicio de su ciudadanía. Por otro lado, había otro conjunto de actividades —encaminadas a la producción— que se denominaba “artes serviles” (literalmente, artes/oficios de los esclavos) que incluía a la carpintería, la herrería, la confección, los trabajos agrícolas, etc.
Teniendo lo anterior en consideración, es razonable plantear que, incluso en un futuro en el que los robots inteligentes (cuya falta de humanidad les prive de cualquier derecho) estén en la capacidad de reemplazar totalmente a las personas en sus trabajos, ello no implica necesariamente que estén en la potestad de hacerlo.
En otras palabras, que puedan hacerlo no significa, necesariamente, que vayan a hacerlo. Es factible, por tanto, que tengamos todavía la alternativa de dedicarnos a actividades consideradas como “propias de las personas”. Por ejemplo, podríamos tomar la decisión de prohibir que las IAs puedan ejercer ciertas profesiones, tal como hicieron los romanos en su momento con relación al ejercicio del derecho, la carrera militar y la función pública por parte de los esclavos.
Personalmente considero que se debe dar una discusión pública seria acerca de esto último y que, como he dicho, no se base exclusivamente en la premisa de que “la IA no es capaz de…” porque, de hecho, cabe la remota —que para mí no lo es— posibilidad de que, en efecto, sí esté en capacidad de hacerlo todo y… Si ese es el caso ¿entonces qué?
Mi posición es que como ciudadanía (soberana del poder en cada una de nuestras naciones) no debemos quedarnos pasmados esperando a ver si es que el siguiente avance en IA me va a quitar o no el trabajo para el que me he preparado por años y la carrera en la que he invertido —además de tiempo— esfuerzo y dinero. Como si la única condición bajo la cuál nos pudiéramos salvar del ostracismo laboral y de la pobreza fuera que la IA no sea capaz de hacer el trabajo que yo hago, cuando en realidad está dentro de nuestra potestad y autoridad decidir cómo, cuando y en qué casos nos puede reemplazar, no en lo que la “IA” sea capaz de hacer. Quizá debamos considerar de manera sensata cuales son aquellas actividades en las que aunque pueda, no deba reemplazar a las personas.
Además, se abre una ventana de oportunidad para que las personas puedan dedicarse al ocio (en el sentido clásico de la palabra) y no al negocio. Quizá podríamos dedicarnos a ser más libres y menos esclavos. Dedicarnos a las humanidades y las artes; a encontrar un propósito de vida por fuera del trabajo, de la producción y de la eficiencia.
En este sentido, podemos visionar un mundo con una humanidad más civilizada en la medida que podríamos dedicarnos a nuestro desarrollo espiritual, intelectual y moral, no como un medio para sobrevivir sino como un fin en sí mismo; para ser más humanos y que de la producción se ocupen las máquinas… Pero de llegar a ese punto, no sería gracias a la IA. Sería gracias a lo que decidamos hacer con ella.
Lo Que Depara El Futuro
La realidad es que ya hoy existen drones militares dirigidos por IA y hasta IAs ejerciendo de funcionarios públicos. Mirando hacia el futuro puede ser que solamente la carrera política permanezca reservada para los humanos —aunque me puedo imaginar a una IA convenciendo al pueblo de que ella es mejor para gobernar que los humanos corruptos—, la carrera militar de los oficiales, artistas (que serán contados), artesanos y pare de contar.
No se me ocurre más nada que no pueda ser reemplazado, pues, cirujanos, conductores, obreros, pilotos, asistentes de investigación, programadores, ejecutivos empresariales, científicos de todo tipo y hasta los profesores6 son potencialmente reemplazables por las IAs. Las productos y servicios ofrecidos por personas seguramente seguirán existiendo pero serían algo parecido al “hecho a mano” de hoy, es decir, artículos de lujo.
¿Podría NUESTRA sociedad aguantar tal estado de cosas?¿Podría un pueblo desocupado y, por ende, empobrecido calarse una vida así? Yo creo que si la diosa historia pudiera hablar, nos respondería que quizá si o quizá no. Dependería de las decisiones que tomen los líderes mundiales del hoy y del mañana, así como también de las acciones y reacciones de los ciudadanos.
Pues, así como hay sociedades que ante el hambre, la pobreza y la injusticia se han revolucionado exitosamente, hay otras que ante las mismas circunstancias se han rebelado sin éxito con enorme sufrimiento, así como también hay otras sociedades que ante circunstancias similares decidieron no rebelarse y aceptar las condiciones de vida a las que se vieron arrojados.
Entonces, no son las condiciones externas las que dictan en qué vamos a desembocar. Por lo que no se puede decir a ciencia cierta qué es lo que va a suceder socio-políticamente hablando.
Ahora bien, hoy a diferencia de otras épocas estamos teniendo la oportunidad y el privilegio de prever que un cambio enorme se nos viene encima, es decir, se nos está avisando que viene algo así como un terremoto que va a sacudir los cimientos de la civilización global.
Podemos aprovechar el aviso para prepararnos e incluso para utilizarlo a nuestro favor en pro de una sociedad con menos hambre, menos pobreza, menos violencia, más prosperidad, más salud, mejor educación, más seguridad, más libertad, más justicia y en últimas, una sociedad más sabia y más feliz (pues, para toda distopía también cabe una utopía).
Considero, además, que una forma de prepararnos es repensar desde ahora nuestro sistema económico, el cuál a mi modo de ver quedaría completamente obsoleto en una sociedad donde el trabajo humano ya no sea imprescindible, pues provocaría una falla sistémica en el engranaje de distribución de la riqueza con una subsecuente inestabilidad social y política que traería consigo oleadas de violencia desmedida con resultados inciertos y tragedias aseguradas.
Por lo cual, considero que no tener una estrategia para enfrentar este cambio que ya se asoma, es como saber que ya viene el invierno y no arreglar la casa; como no guardar agua a sabiendas de que viene la sequía con la esperanza de que por cuenta de alguna fuerza sobrenatural lo ineluctable no habría de llegar.
Por supuesto, hay quienes dicen que “no hay de que preocuparse”, que así como en otros momentos la tecnología acabó con algunos trabajos pero creó otros más y mejores, así también va a suceder con la IA. Que por el contrario, la IA generará más productividad, el reto es adaptar nuestras competencias a las nuevas tecnologías…
Personalmente no me convence esa teoría. Lo que sí creo es que así como hay países que tienen una adopción tecnológica más avanzada que otros, la adopción de la IA no va a ocurrir al mismo tiempo en todas partes en la medida que requiere de capacidades energéticas, de infraestructura y otros costos que no están al alcance de todos los países.
Por ejemplo, los Data Centers en los que las IAs se entrenan y se alojan consumen cantidades inmensas de energía, tanto, que hasta Trump dijo que EE.UU (el país que más produce y consume energía), necesitaría duplicar su producción energética para poder alimentarlos.
Conclusiones
Sí creo que la IA estará en la capacidad de reemplazar prácticamente a todas las personas en todos los trabajos. Lo que no sabría es qué tanto debamos esperar para llegar ahí.
El hecho de que lleguemos a tener esa capacidad tecnológica no implica necesariamente un reemplazo total. Considero que primero debemos llegar a una estrategia clara sobre como, y en qué casos hacer esa transición.
Para que la transición laboral humano-IA se materialice con un impacto positivo para la población general, se requieren enormes transformaciones sobre el sistema económico actual en el que el trabajo humano es un pilar fundamental.
Es importante no olvidar que todavía somos las personas y no la IA ni sus dueños los que deciden hacia dónde vamos como sociedad. Somos los ciudadanos (todavía) los que tenemos esa potestad y debemos utilizarla sabiamente en esta materia tan delicada. Para ello, informarnos es vital. Ya que nos concierne a todos.
De todo lo anterior, depende que el resultado de la transición laboral humano-IA sea una sociedad más libre, más educada, más próspera y más feliz. O en su defecto, una sociedad más pobre, más desigual, menos educada y más oprimida.
¿Y tú qué opinas? Por favor, cuéntame en los comentarios.
El capitalismo no surgió propiamente sino hasta bien entrada la Edad Moderna.
La diferencia (además de 1,800 años de separación) es que el EE.UU esclavista no era todavía una potencia mundial y estaba todavía en proceso de consolidación política como estado-nación. Por lo que considero que el ejemplo de Roma es más apropiado para el ejercicio presente.
En la república romana no todos los ciudadanos estaban al mismo nivel ante la ley, es decir, un tipo de ciudadanos, los patricios, tenían más derechos y privilegios que otro tipo de ciudadanos, los plebeyos. Disparidad que se fue reduciendo con el tiempo.
Sólo los varones, pues, Roma era una sociedad patriarcal en la que existía la patria potestad y la potestad marital, por lo que las mujeres dependían de lo que decidieran sus padres y/o maridos. El alcance de la potestad marital dependía de si el matrimonio era cum manu (la mujer quedaba totalmente bajo la autoridad del marido) o sine manu (la mujer, aunque casada, seguía bajo el poder y protección de su padre), de donde viene la expresión “pedir la mano”.
La palabra “virtud” viene del latín “virtus” y esta de “vir” = varón. Es decir, en esencia y origen, la virtud hacía referencia al conjunto de características personales propias del varón romano ideal.
Algo interesante es que en Roma los profesores normalmente eran esclavos, comúnmente griegos con excelente educación llamados “paedagōgī”, que paradójicamente formaban a la élite romana en las “artes liberales”.
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Nota: El presente artículo fue escrito por mí en su totalidad (por las razones expuestas acá), ni una sola palabra fue producto de un prompt de IA (tipo ChatGPT o Grok). Todas las imágenes del artículo que no tienen descripción debajo fueron generadas con la IA del editor de Substack.
Que buen aporte David.